martes, 1 de noviembre de 2011

LAS PALABRAS JESÚS DE NAZARET






LA ORACIÓN DE CRISTO POR SUS DISCÍPULOS


Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo para que él pueda traerte gloria; pues tú le has dado autoridad sobre todo hombre y mujer en la tierra, para que él pueda dar vida eterna a los que tú le has dado.

Y ésta es la vida eterna: Que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quién tú has enviado.

Yo te he glorificado en la tierra, completando el trabajo que me diste para hacer. Ahora, Padre, revela mi gloria mientras estoy en tu presencia, la gloria que yo tuve contigo desde antes del principio del mundo. Yo te he reservado a aquellos que del mundo me diste. Ellos eran tuyos, y tú me los diste a mí, y ellos han aceptado tu palabra. Ahora ellos saben que todo lo que me has dado viene de ti. Yo fielmente les he transmitido las palabras que me diste. Ellos las han creído, y han llegado a conocer en su corazón que yo he venido de Dios, enviado a ellos por ti.

No oro por el mundo, pero por aquellos que tú me has dado, pues verdaderamente ellos son tuyos. Todos éstos que han creído en mí, son tuyos, y ellos me honran. Vuelvo a ti al cielo, pero aquellos que creen en mí, permanecen en este mundo. Padre, guárdalos por el poder de tu nombre; para que todos ellos sean uno, como nosotros somos uno.

Mientras estuve en el mundo con ellos, yo los mantuve con el poder que me diste; los guardé y ninguno se perdió (excepto el hijo de la destrucción, para que se pudieran cumplir las Escrituras).* Ahora vengo a ti, pero digo estas cosas mientras estoy en el mundo, para que ellos puedan experimentar la medida total del gozo en sus corazones.

Les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado, porque ya no son hijos de este (tenebroso y decadente) mundo, así como yo tampoco lo soy. No te pido que los saques del mundo, pero que los mantengas seguros del malvado, pues como yo,  no son hijos de las tinieblas. Hazlos santos con tu voluntad, pues tu palabra es verdad.

*Refiriéndose a Judas Iscariote.

Así como tú me enviaste al mundo, los envió a ellos al mundo. Y por su causa, yo me consagro para que ellos puedan ser santos, y crezcan en la verdad.

No oro solamente por estos, sino también por los futuros creyentes, quienes vendrán a creer en mí por el testimonio de ellos. Permite que todos estén unánimes en mutuo amor, como tú y yo somos uno; que como tú estás en mí, y yo en ti, así ellos estén en nosotros, para que el mundo sepa que tú me enviaste.

Yo les he dado la gloria que tú me diste; para que ellos sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que ellos lleguen a ser perfectamente uno; y para que por esto el mundo comprenda cabalmente que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Que ellos (algún día) estén conmigo donde yo estoy; viviendo mi gloria, que tú amorosamente me diste desde la fundación del mundo.

Padre de bondad y verdad, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y estos que creen en mí ahora saben que tú eres el que me ha enviado.

Yo les he dado a conocer quién eres tú, y continuamente te revelaré a ellos, para que el amor que me tienes pueda morar en sus corazones, y para que yo también pueda residir en ellos. Así sea.


1996, R. L. Cantaleon


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