sábado, 22 de octubre de 2011

LAS PALABRAS JESÚS DE NAZARET





TERCERA PARTE
LAS GRANDES LECCIONES

LA NUEVA DOCTRINA


Cualquiera que oye mis palabras y las practica, es sabio como el hombre que construyó su casa en un fundamento hecho de piedra.

Descendieron las lluvias, y se levantaron inundaciones. Vientos huracanados azotaron contra la casa, pero esta lo resistió: porque estaba fabricada sobre roca sólida.

Mas cualquiera que escucha mis palabras (que dan vida), y las rechaza, es como el hombre que fabricó sobre un cimiento hecho de arena.

Descendieron las lluvias, y se levantaron inundaciones. Vientos huracanados azotaron contra la casa, y se desmoronó el fundamento. La casa se desplomó; y grande fue su destrucción.

Dos hombres entraron al templo a orar; uno orgulloso y muy justo en su propia estimación, el otro un cobrador de impuestos (conocido por ser deshonesto). El hombre orgulloso oró esta plegaria: “Gracias a Dios que no soy un pecador como todos los demás, especialmente como ese tramposo cobrador de impuestos que está allí. Yo nunca cometo fraude, ni adulterio. Ayuno dos veces a la semana, y doy al templo una décima parte de todo lo que gano.”

Más el cobrador de impuestos, de pie, en la parte posterior del templo, ni siquiera se atrevía a levantar sus ojos al cielo mientras oraba apenadamente: “Dios, por favor, ten misericordia de mí, un pecador indigno.”

Les digo, que este hombre (con una fe tan simple) retornó a su casa perdonado. Aquellos que, en su orgullo, se exaltaban a sí mismos serán humillados, mientras que los que se humillan serán honrados.

Así es que, dejen que los niños vengan a mí, y no los retengan. Porque el reino de Dios pertenece a corazones que confían como ellos; porque sin la fe como la de un niño, no entrarán jamás en el reino.

Si cualquier persona escoge el hacer la voluntad de mi Padre, muy fácilmente descubrirá si mi enseñanza es de Dios, y si yo hablo de mi propia cuenta. Mi doctrina no es mía, sino de Aquel que me envío.

Ustedes adoran ciegamente. Por lo menos como judíos, nosotros sabemos qué adoramos, y que la salvación del mundo nace de entre nosotros.

Créanme: la hora viene, y ya ha llegado, cuando los que quieran adorar a Dios no correrán de aquí para allá, buscando el lugar a donde se supone que Dios está, clamando: “¡Aquí es! Aquí es donde debemos orar.”

Los verdaderos creyentes adorarán a dios en espíritu y verdad.

Dios, el Padre, anhela a aquellos que ofrecen esta clase de sacrificio, de adoración y de alabanza. Si ustedes guardan silencio, entonces hasta las piedras mismas gritarían.

Quizás habrán leído que cuando el rey David y sus soldados tuvieron hambre, entraron al templo y comieron del pan santo, reservado para los sacerdotes; un acto prohibido por las leyes religiosas.

Si ustedes fueran estudiantes de la ley hebrea, sabrían que cuando los sacerdotes trabajan los sábados en el templo, profanan el sábado (día de reposo) y son contados inocentes. Ahora uno ha llegado a ustedes que es más grande que el templo.

Si ustedes supieran lo que esto significa: “Prefiero más la compasión que el sacrificio”, no irían condenando a los inocentes. Porque el hijo del hombre es Señor aun del día del sábado (día de reposo).

Si uno de ustedes tuviera un animal que cayera en un hoyo profundo en sábado (día de reposo), ¿No harían todo esfuerzo hasta que lo rescataran? ¿No son sus vidas más valiosas que la de un animal?

Y si ustedes utilizan los sábados (días de reposo) para hacer ceremonias y observar leyes religiosas; ¿Cómo es que me critican porque sano en el día del Señor? Deben de cesar de juzgar por las apariencias y empezar a hacer justos juicios. El sábado fue hecho para ustedes. Ustedes no fueron creados para el sábado (día de reposo).

Vine a este mundo para que los ciegos pudieran ver, y los que se jactan de su visión (espiritual) pudieran darse cuenta de su ceguedad.



1996, R. L. Cantaleon


LAS PALABRAS JESÚS DE NAZARET






EL MANDAMIENTO REAL


El más importante de todos mandamientos es este: Oye, Israel, el Señor, nuestro Dios, es único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.

Y el segundo es este: Amarás a tu prójimo como te amas a ti mismo.

Este es mi mandamiento: ¡Que se amen los unos a los otros como yo los he amado!

No hay mandamientos más importantes que estos. ¡Nadie puede tener un amor más grande que el amor del que está dispuesto a dar su vida por sus amigos!

Cualquiera que vive contrario siquiera el menor de estos mandamientos será el menor en el reino del cielo. Pero el que rige su vida por ellos, y enseña a otros el gozo de seguirlos, será considerado grande en el reino del cielo.

Les he dicho todas cosas, para que mi gozo pueda quedar con ustedes, y para que su gozo sea completo.

Seguramente han oído el dicho: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.”

Pero yo les digo: “Amen a sus enemigos. Bendigan a aquellos que los maldicen. Hagan el bien a los que los odian. Oren por los que los desprecian y persiguen. Haciendo esto, serán los hijos de nuestro Padre que está en el cielo: pues Él hace que el sol se levante para los malos y los buenos, y envía lluvia a los justos y a los injustos.

Si sólo aman a los que los aman, ¿Qué de bueno tiene esto? Aun los impíos viven por esta regla. Si son hospitalarios sólo con sus amigos, ¿Qué recompensa tendrán? El criminal más endurecido probablemente hace lo mismo.

En vez, ámense los unos a los otros como yo los he amado. Haciendo esto, todos verán que son mis discípulos, porque están llenos de un amor sin egoísmo.

No se engañen; si alguno verdaderamente me ama, ustedes lo sabrán. Esa persona vivirá su vida con forme a mis palabras, y mi Padre lo honrará y lo bendecirá con la presencia de sus bendiciones y su fraternidad.

Así es que, si escuchan lo que les digo, y hacen, y me aman, serán amados por mi Padre y por mí. Vendremos y haremos nuestra morada dentro de ustedes (en la morada de su corazón).

Pues mi Padre los ama, porque han creído en mí, y han creído que he venido de Dios.

Así como Dios me ha amado, y yo les he amado, continúen en ese amor. Guarden mis palabras y vivirán en este amor. Yo guardo los mandamientos de mi Padre, y por esto habito en su amor.

Cierto hombre viajó de Jerusalén a Jericó. En el camino fue atacado por ladrones que lo desnudaron y lo golpearon, dejándolo medio muerto.

De casualidad, un sacerdote caminaba por el mismo camino. Pero viendo al pobre hombre, cruzó al otro lado del camino.

Luego un hombre muy religioso llegó al lugar del asalto. Miró a la víctima, y rápidamente, pasó al otro lado del camino.

Finalmente, un samaritano, un hombre despreciado debido a su raza, se acercó. Cuando vio al hombre herido, inmediatamente sintió compasión por él, y rasgando su manta en fajas, vendó sus heridas y les echó aceite y vino. Tendió al hombre con cuidado sobre su mula, y lo trajo a una posada. Allí se aseguró de que el herido recibiera buen cuidado.

En la mañana, antes de partir, pagó al posadero y le dijo: “Cuide de esto hombre y cuando yo vuelva, le pagaré.”

¿Cuál de estos tres, creen ustedes, fue el prójimo del hombre que cayó entre los bandidos?

Vayan, y vivan haciendo lo mismo que el Buen Samaritano


1996, R. L. Cantaleon




LAS PALABRAS JESÚS DE NAZARET





SEGUNDA PARTE
EL NUEVO REINO

EL REINO DEL CIELO

Desde el tiempo de Juan el Bautista hasta ahora, el reino del Cielo se ha estado aproximando poderosamente, ¡y grande es el número de los que ardientemente y con anhelo se han apoderado de su verdad!

El reino del cielo es como el campo de trigo del agricultor que sembró buena semilla.

Una noche, mientras el agricultor dormía, su enemigo vino y sembró hierba mala (cizaña) entre el trigo, y se fue. Cuando las primeras espigas de trigo brotaron de la tierra, apareció también la hierba mala. Al ver esto, vinieron los trabajadores al agricultor, y con voces angustiadas le dijeron: “Señor, ¿no sembramos buena semilla en su campo? ¿Por qué, entonces, hay tanta hierba mala?”

El agricultor contestó: “un enemigo ha hecho esto.”

“¿Quiere usted que la arranquemos?” preguntaron los trabajadores.

“No”, respondió el agricultor, “si arrancan la hierba mala, arrancarán también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta el tiempo de la cosecha; y al tiempo de la siega les diré a los segadores. ‘Recojan primero la hierba mala, y átenla en manojos para quemarla. Luego recojan el trigo y pónganlo en mi granero.’ ”

El que sembró la buena semilla es el Hijo del hombre. El campo es el mundo. La buena semilla representa a los hijos del reino, mientras que la hierba mala representa a los hijos del malvado. El enemigo que sembró la hierba mala es el diablo. La cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. Como la cizaña fue recogida y quemada en el fuego, así también será al final de esta edad. El Hijo del hombre mandará a sus ángeles, y ellos recogerán a todos los que han causado tropiezo y a aquellos que viven sin ley fuera de su reino, y los echarán a padecer en el fuego; un lugar de lamento y tormento.

Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. Si tienen oídos para oír, entonces escuchen estas palabras.

Todo reino que está dividido contra sí mismo está perdido; y toda ciudad u hogar dividido contra sí mismo finalmente fracasará. De la misma manera, si Satanás pelea contra Satanás, contra sí mismo está dividido. ¿Cómo pues, podrá su reino permanecer por largo tiempo?

Si yo echo fuera demonios y hago señales y prodigios, como aliado de Satanás, entonces, ¿Qué poder usan sus hijos cuando ellos hacen lo mismo? Que sean ellos sus jueces. Ellos pueden aclarar esta pregunta para ustedes. Pero, sin embargo, si yo expulso demonios por medio del Espíritu de Dios, entonces el reino de dios ya ha venido a ustedes.

Uno no puede tomar nada del reino de Satanás si primero no ata a Satanás.

¿Nunca han leído ustedes en las escrituras: “La piedra que los constructores rechazaron, ha venido a ser la piedra angular; esta es la obra del Señor, y es cosa maravillosa a nuestros ojos”?

Cualquiera que caiga sobre esta piedra será quebrantado por su verdad, y sobre quien esta piedra caiga lo pulverizará.

¡Miren! El reino de Dios se les quitará a ustedes que oyen y no hacen nada, y le será dado a gente que trabaja para producir frutos en sus vidas.

No es repitiendo “Señor, Señor” que entrarán en el reino del cielo, sino haciendo la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

¡Qué sucedería si ustedes fueran en la noche a tocar fuertemente a la puerta de una de las residencias prominentes de la ciudad, después que el dueño se haya acostado, llamando: “Abra la puerta, queremos entrar”?

El contestaría: “Váyanse, no sé quienes son ustedes”.

Y si siguen protestando: “Pero nosotros hemos comido juntos en los mismos banquetes, y le hemos oído enseñar en nuestras calles”, él contestará (menos cortésmente): “Ya les dije que no los conozco. Déjame en paz.”

En el día del juicio muchos vendrán diciendo: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre hemos expulsado demonios, y en tu nombre hemos hecho muchas obras prodigiosas?

Entonces tendré que decirles: “Apártense d emi, nunca los conocí. Ustedes han vivido toda su vida haciendo el mal.”

A ustedes se les ha otorgado e conocer los misterios del reino del cielo.

Había una vez un inversionista rico que se preparaba para salir a un país distante. Antes de salir llamó a sus tres socios y les encargó la administración de sus bienes mientras él estuviera ausente. A uno le dio cinco cuentas, a otro le dio dos cuentas menores, y al tercero le dio una cuenta pequeña. A cada uno le dio responsabilidades de conformidad con esos talentos. Luego se fue de viaje.

El socio encargado de las cinco cuentas comenzó inmediatamente a comprar y a vender, y muy pronto duplicó las inversiones, y obtuvo diez cuentas. El segundo socio hizo lo mismo. Invirtió las dos cuentas que se le habían confiado, y también fue capaz de duplicar su valor. Pero el tercer socio tuvo miedo. Puso los registros de su cuenta en una caja y la enterró en la tierra. Allí los dejó por temor de que se perdieran o se los robaran.

Muchos meses más tarde, volvió de su viaje el hombre rico. Inmediatamente reunió a sus socios para que le dieran cuenta de la administración de su dinero.

El primer socio dijo que él había invertido las cinco cuentas y ahora tenía diez.

A esto, el hombre rico dijo: Has hecho muy bien y has sido fiel. Porque has sido responsable con estas cinco cuentas, podré muchas más a tu cargo, y más importantes bajo tu responsabilidad. Puedes empezar hoy mismo a gozar de estos privilegios.

Luego llamó al segundo socio, quien le dijo: “Pusiste dos cuentas a mi cargo, ahora tengo cuatro.”

Esto hizo que el hombre rico dijera lo mismo que le había dicho al primer socio: “Bien hecho, tú has sido fiel administrando dos cuentas menores. Te pondré a cargo de muchas más. Ve a tu labor con alegría.”

Finalmente, el tercer socio fue llamado. Este dijo: “Sé que eres un hombre duro. Colectas ganancias del dinero de otros y temí que tú sólo tomarás cualquier beneficio que yo hiciera con mi pequeña cuenta. Así es que puse el dinero en una caja y la cerré en al tierra, y la mantuve allí hasta tu regreso.”

A esto, el hombre rico contestó: “Tú eres un socio malvado. Sabes mi manera de hacer negocios. Por lo menos podrías haber puesto el dinero en el banco para ganar intereses. Tomaré tu cuenta y la daré al socio que ganó diez.”

Entonces el hombre rico dijo a sus ayudantes: “Expulsen del reino a este socio inútil, a un lugar de sufrimiento y pesadumbre.”

En el reino del cielo, la persona que utiliza bien todo lo que tiene, continuará recibiendo más y más, y tendrá abundancia. Pero los que viven irresponsablemente, aun en las cosas más pequeñas, perderán todo lo que les ha sido concedido.

Otro ejemplo es el terrateniente que salió temprano una mañana a emplear trabajadores para su viñedo. Encontrando trabajadores diestros, acordó con ellos a pagarles una moneda de plata por día. Luego los envió a su viñedo.

Más tarde esa mañana, cerca de las nueve, volvió al pueblo, y viendo en el mercado a un grupo de trabajadores en el mercado desocupados les dijo: “Vayan a mi viñedo y les pagaré en salario justo.”

Al mediodía el terrateniente volvió al pueblo, y otra vez a las tres de la tarde; y en cada ocasión, reclutó a los desempleados para trabajar en su viñedo.

Finalmente, alrededor de las cinco de la tarde, volvió una vez más al pueblo. Allí encontró unos cuantos trabajadores que aún estaban desempleados. Les preguntó: “¿Por qué están ustedes aquí parados todo el día sin trabajar?”

Ellos le contestaron: “Porque nadie nos ha empleado.”

Les dijo: “Vayan, todavía tengo trabajo en mi viñedo.”

Cuando cayó la tarde, el terrateniente dijo al mayordomo: “Llama a los trabajadores y dales su salario, empezando por los últimos hasta los primeros que empleé hoy.”

Aquellos que habían sido empleados a las cinco de la tarde vinieron, y cada uno recibió una moneda de plata. Al ver esto, los que habían sido reclutados temprano en la mañana se imaginaron que recibirían mucho más. Sin embargo, cuando cobraron recibieron también una moneda de plata.

Inmediatamente se quejaron al terrateniente diciendo: “Estos que fueron empleados al atardecer ni siquiera trabajaron una hora, y usted les ha pagado a ellos el mismo salario. Nosotros hemos hecho casi todo el trabajo durante las horas más calurosas del día.”

El terrateniente les contestó: “Amigos, no les he hecho nada malo. ¿No acordamos a un salario de una moneda de plata al día? Así es que, tomen lo que es suyo y sigan su camino. Yo he decidido pagar a los que empleé al final del día el mismo salario que a ustedes. ¿No tengo yo el derecho de hacer lo que me plazca con mi dinero? ¿Están llenos de envidia sus ojos porque ven que he sido generoso y benévolo?”

Esta es también una parábola acerca del reino del cielo. Porque les digo, que los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos. Muchos son llamados, pero pocos los elegidos.”

El reino del cielo es como un tesoro que yace enterrado en un campo. Un día un hombre lo descubrió. Inmediatamente lo volvió a cubrir, y gozosamente vendió todo lo que poseía (considerándolo un pequeño sacrificio) para poder comprar el campo en donde estaba enterrado el tesoro.

El reino del cielo es como el comerciante que pasó su vida buscando la perla perfecta. Cuando finalmente la encontró, vendió todas sus posesiones y la compró.

El reino de los cielos es como un agricultor que esparció semilla en sus campos. Aunque el proceso siempre parece un misterio para él, las semillas continúan brotando y creciendo sin necesitar su ayuda. La tierra hace crecer las semillas. Primero brota el tallo de la tierra, luego aparecen las espigas de trigo, y luego los granos del trigo maduran. Finalmente el agricultor toma su hoz porque el tiempo de la cosecha ha llegado una vez más.”

El reino del cielo es como una semilla de mostaza sembrada en un campo. Aunque es una de las más pequeñas de las semillas, crece mucho más grande que las otras plantas del huerto, al punto de llegar tan alta como un árbol; un lugar donde las aves pueden anidar y encontrar refugio.

El reino del cielo es como la pequeña porción de levadura que uno usa para hacer pan. Aunque está mezclada con una gran porción de harina, fermenta toda la masa.

Finalmente, el reino del cielo se puede comprar con la red de un pescador que es echada al agua y recoge toda clase de peces. Cuando se llena, el pescador la arrastra hasta la orilla. Allí recoge en cestos los pescados buenos y desecha los malos. Así será al final de las edades. Los ángeles vendrán y separarán a los malvados de los hijos del Dios, arrojarán a los malvados en el fuego: un lugar de sufrimiento y remordimiento.

Cuando les envié a ministrar sin bienes materiales, sin dinero o sustento con los cuales podrían contar para sobrevivir, ¿sufrieron alguna vez necesidades?

No se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá sus propias preocupaciones. Verdaderamente, cada día trae sus propias preocupaciones para que estén ansiosos por el futuro. ¿Quién de ustedes puede, a través del ejercicio mental, añadir una pulgada a su estatua?

Miren a las aves del cielo; ¡ellas no vuelan preocupadas! Ellas no trabajan hasta la noche, ni agonizan sobre el futuro, pues el Padre celestial, con seguridad, velará que sean alimentadas. ¿No saben ustedes que son más cuidados que las aves?

¿no se venden dos gorriones pequeños por unos pocos centavos? A pesar de esto; ni uno de ellos puede caer a tierra sin que nuestro Padre celestial lo sepa. Así es que, no tengan miedo. Ustedes valen mucho más que innumerables bandadas de gorriones. Aun hasta los cabellos de sus cabezas han sido contados. ¿Por qué, entonces se preocupan constantemente por la ropa que han de vestir? Miren los lirios silvestres en el campo. Crecen naturalmente, sin esfuerzo. Ni siquiera el rey Salomón en toda su pompa y gloria se vistió tan hermosamente como una de estas flores. Si dios cuida de eso que crece silvestremente en el campo, que hoy es y mañana se usa para el fuego, ¿no cuidará Él mucho más de ustedes? ¿Cómo es que tienen tan poca fe?

Por tanto, dejen de preocuparse, diciendo: “¿Qué comeremos? ¿Qué tomaremos? ¿Tendremos suficiente para vestirnos? (De ésta manera piensan los incrédulos, y se preocupan siempre) ¡Descansen! Su Padre celestial sabe que necesitan todas estas cosas y aun más.

Busquen primero el reino de dios y su justicia y todas estas cosas les serán añadidas.


1996, R. L. Cantaleon



  LO SIENTO. Hace muchos años cuando creí que era "totalmente iluminado" y "más allá del ego" (¿entiendes el chiste?) Yo...