viernes, 28 de octubre de 2011

LAS PALABRAS JESÚS DE NAZARET




EL PODER DE LA ORACIÓN


Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre: pidan, y recibirán, y su gozo será completo.

Imagínate que a medianoche fueras a la casa de un amigo y le dijeras: “Préstame tres panes. Tengo visitantes que han viajado desde muy lejos para venir a verme, y mis alacenas están vacías.”

Tu amigo podría contestar: “Por favor, no me molestes ahora. La puerta está cerrada y mis hijos duermen. No puedo levantarme y ayudarte.” Te digo, que aunque él sea tu buen amigo, no se levantará para darte pan, pero por tu persistencia, él cederá a tu ruego y se levantará para darte cuanto pan tú necesites.

Pide y se te dará. Busca, y encontrarás. Toca, y se te abrirá la puerta. Porque todo aquél que pide recibe, los que buscan hallan, y a los que tocan se les abrirán las puertas de par en par.

En cierto pueblo había un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. En el mismo pueblo vivía una viuda que apelaba continuamente a este por justicia en contra de una persona que le había hecho mal. Este la desdeñó por un tiempo y rehusó oír su caso. Pero finalmente se dijo a sí mismo: “Aunque no temo a Dios, ni respeto a los hombres, veré que esta viuda obtenga justicia, porque me desespera con su persistente apelación.”

¿No hará dios justicia a sus escogidos que claman a Él día y noche? ¿Creen que Él los desechará? Les digo ¡Él verá que reciban clemencia inmediatamente!

Aun así, la pregunta pertinente es: Cuando Yo, el Mesías, retorne, ¿encontraré a muchos en la tierra con semejante fe?

No dejen que vuestras oraciones caigan en una modalidad de mera repetición. Los gentiles oran así, pensando que serán oídos por sus muchas palabrerías. No deben imitarlos.

Recuerden que su Padre celestial sabe todo lo que necesitas, aun antes de que se lo pidan.

El profeta Isaías ha escrito: “Mi casa será llamada casa de oración por todas las naciones.”

Oren al Padre que oye sus oraciones más secretas y las recompensa abiertamente; y cualquier cosa que pidan al Padre en mi nombre. Él se los dará.

Padre nuestro que estas en el cielo.
Santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
En la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan diario.
Y perdona nuestros pecados,
Así como nosotros perdonamos a
Aquellos que pecan contra nosotros.
Defiéndenos de tentación,
Y líbranos de la maldad.
Porque tuyo es el reino,
Y el poder,
Y la gloria,
Para siempre.
Amén.

Si viven si vida en mí, y permiten que mis palabras vivan en sus corazones; pidan lo que deseen y les será dado.


1996, R. L. Cantaleon

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