viernes, 11 de noviembre de 2011

LAS PALABRAS DE JESÚS DE NAZARET






EL FINAL DE LOS TIEMPOS

En verdad les digo, esta generación no pasará hasta que todas estas cosas sean cumplidas.


Hubo un terrateniente que plantó un viñedo, y en los terrenos construyó un lagar. Luego puso una cerca alta alrededor de la propiedad y erigió una torre de observación. Más tarde la rentó a unos ladrones, y se fue de viaje a un país lejano. Cuando se acercó el tiempo de la cosecha, el terrateniente envió a sus siervos a los ladrones para recoger la parte de sus ganancias. Pero los ladrones emboscaron a los siervos; golpearon a uno, mataron a otro, y al tercero lo echaron fuera a pedradas.

Por segunda vez el terrateniente envió a sus siervos a recoger la parte que le correspondía, y aunque envió a un grupo mayor que el primero, estos se encontraron con la misma suerte.

Finalmente el terrateniente envió a su único hijo, pensando: “Por lo menos respetarán a mi propio hijo.”

Sin embargo, cuando los ladrones vieron que el hijo se acercaba, tramaron entre ellos: “Este es el heredero. Si lo matamos, su herencia será nuestra.”

Así pues, lo agarraron, lo tiraron fuera del viñedo, y lo mataron. Yo les pregunto, cuando el terrateniente y dueño de este viñedo finalmente regrese, ¿qué será de los ladrones?

¡Jerusalén, Jerusalén, tú que has matado a los profetas, y has apedreado a aquellos que te he enviado, cuántas veces he deseado acogerte como una gallina acoge a sus polluelos bajo sus alas, y aun así; no has querido nada de esto! Mira, tu casa se ha quedado desolada, y no me verás hasta que el tiempo venga cuando todos dirán: “Bendito es él, quien viene en el nombre del Señor.”

¿Si tan siquiera hubieras sabido, en este tu día, la paz eterna que estuvo a tu alcance! Pero ahora está escondida de tus ojos.

Los poderes de los cielos se sacudirán, y los corazones de las gentes les fallarán por el miedo, anticipando las cosas que han de venir sobre la tierra.

Los que residan en las ciudades, huyan a las montañas. Los que estén en las azoteas, no bajen  a sacar nada de la casa, ni los que estén trabajando en el campo vengan por sus ropas. ¡Ay de las mujeres que en aquellos días estén embarazadas! Oren para que su huida no sea en invierno, ni en el día de reposo; pues jamás habrá una gran tribulación similar desde el principio del mundo, ni jamás habrá otra igual. A menos que aquellos días se acorten, nadie podrá sobrevivir. Aun así, esos días serán acortados por el amor de Dios a sus escogidos.

El día vendrá cuando tus enemigos cavarán trincheras alrededor de tus murallas, y te rodearán. Te echarán a tierra y a tus hijos contigo, y no dejarán una piedra sobre otra, todo porque fallaste en no reconocer el tiempo señalado de tu visitación.

¿Ven todas estas cosas? (refiriéndose a los edificios del templo) En verdad les digo que ni una piedra quedará en pie. Jerusalén será hollada bajo el pie de los gentiles, hasta que el tiempo de los gentiles se cumpla.

Cuando oigan de guerras y de rumores de destrucción, no se aterroricen, porque estas cosas tienen que cumplirse primero; el fin no ha llegado todavía. Una nación se levantará contra otra, y un reino contra otro reino. Espantosas y grandes señales aparecerán en los cielos.

Habrá señales en el sol, en la luna, y en las estrellas. En la tierra habrá gran calamidad entre las naciones, y confusión como el rugido poderoso de las olas del mar. Aumentará el hambre, las plagas y los terremotos. Todo esto en el principio de los sufrimientos. Debido a que el pecado abundará, el amor de muchos se enfriará.

Serán traicionados, y condenados a morir, y serán odiados por todas las naciones por causa de mi nombre. Pero permanezcan velando y orando siempre para que sean contados dignos de escapar de estas cosas que han de suceder, y de presentarse un día ante el Mesías, el Hijo del hombre.

Aprendan lo que la higuera les enseña. Cuando sus ramas crecen llenas de sabia y producen nuevas hojas, saben que el verano está cerca.

No hay hombre que conozca el día, ni la hora, ni aun los ángeles en el cielo, pero solamente mi Padre. Aun  así, cuando vean que todas estas cosas comiencen a suceder, ustedes sabrán que mi regreso se acerca.


1996, R. L. Cantaleon



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