sábado, 22 de octubre de 2011

LAS PALABRAS JESÚS DE NAZARET






EL MANDAMIENTO REAL


El más importante de todos mandamientos es este: Oye, Israel, el Señor, nuestro Dios, es único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.

Y el segundo es este: Amarás a tu prójimo como te amas a ti mismo.

Este es mi mandamiento: ¡Que se amen los unos a los otros como yo los he amado!

No hay mandamientos más importantes que estos. ¡Nadie puede tener un amor más grande que el amor del que está dispuesto a dar su vida por sus amigos!

Cualquiera que vive contrario siquiera el menor de estos mandamientos será el menor en el reino del cielo. Pero el que rige su vida por ellos, y enseña a otros el gozo de seguirlos, será considerado grande en el reino del cielo.

Les he dicho todas cosas, para que mi gozo pueda quedar con ustedes, y para que su gozo sea completo.

Seguramente han oído el dicho: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.”

Pero yo les digo: “Amen a sus enemigos. Bendigan a aquellos que los maldicen. Hagan el bien a los que los odian. Oren por los que los desprecian y persiguen. Haciendo esto, serán los hijos de nuestro Padre que está en el cielo: pues Él hace que el sol se levante para los malos y los buenos, y envía lluvia a los justos y a los injustos.

Si sólo aman a los que los aman, ¿Qué de bueno tiene esto? Aun los impíos viven por esta regla. Si son hospitalarios sólo con sus amigos, ¿Qué recompensa tendrán? El criminal más endurecido probablemente hace lo mismo.

En vez, ámense los unos a los otros como yo los he amado. Haciendo esto, todos verán que son mis discípulos, porque están llenos de un amor sin egoísmo.

No se engañen; si alguno verdaderamente me ama, ustedes lo sabrán. Esa persona vivirá su vida con forme a mis palabras, y mi Padre lo honrará y lo bendecirá con la presencia de sus bendiciones y su fraternidad.

Así es que, si escuchan lo que les digo, y hacen, y me aman, serán amados por mi Padre y por mí. Vendremos y haremos nuestra morada dentro de ustedes (en la morada de su corazón).

Pues mi Padre los ama, porque han creído en mí, y han creído que he venido de Dios.

Así como Dios me ha amado, y yo les he amado, continúen en ese amor. Guarden mis palabras y vivirán en este amor. Yo guardo los mandamientos de mi Padre, y por esto habito en su amor.

Cierto hombre viajó de Jerusalén a Jericó. En el camino fue atacado por ladrones que lo desnudaron y lo golpearon, dejándolo medio muerto.

De casualidad, un sacerdote caminaba por el mismo camino. Pero viendo al pobre hombre, cruzó al otro lado del camino.

Luego un hombre muy religioso llegó al lugar del asalto. Miró a la víctima, y rápidamente, pasó al otro lado del camino.

Finalmente, un samaritano, un hombre despreciado debido a su raza, se acercó. Cuando vio al hombre herido, inmediatamente sintió compasión por él, y rasgando su manta en fajas, vendó sus heridas y les echó aceite y vino. Tendió al hombre con cuidado sobre su mula, y lo trajo a una posada. Allí se aseguró de que el herido recibiera buen cuidado.

En la mañana, antes de partir, pagó al posadero y le dijo: “Cuide de esto hombre y cuando yo vuelva, le pagaré.”

¿Cuál de estos tres, creen ustedes, fue el prójimo del hombre que cayó entre los bandidos?

Vayan, y vivan haciendo lo mismo que el Buen Samaritano


1996, R. L. Cantaleon




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